Conversaciones de lavabo

July 2020 · 5 minute read

Ramiro entró corriendo al baño, tras abrir la puerta con la bragueta baja y con la vejiga a punto de explotar. Se dirigió al mingitorio donde, después de un segundo de inspiración profunda, dejo salir un grito de placer.

— Aaah

Hasta ese momento, ni Ramiro había notado un cuerpo a su lado, ni Horacio había sentido la presencia de otro humano desesperadamente corriendo al mingitorio. Horacio estaba con la cabeza apoyada sobre la pared y la vista perdida entre las rendijas por donde sale el agua de manera periódica. Pero la expresión de alivio de Ramiro lo trajo a la realidad y volteó para observar al extraño que tenía al lado.

Si se cruzaban por la calle, lo más probable es que ni siquiera supieran que trabajaban en el mismo sitio. No se parecían en nada, ni los rasgos de la cara, ni el color de pelo, ni la postura. Ni siquiera el corte del traje habían elegido similar. De hecho, lo único que los hacía darse cuenta de que compartían algo era que estaban en el mismo baño. Ramiro también giró levemente la cabeza, pero tan solo lo suficiente como para mirar a Horacio de reojo y dijo:

— Hay veces que es terrible.

Horacio había pasado las últimas tres horas de la mañana mirando los monitores con dígitos en rojo, las continuas actualizaciones de las agencias a las que su empresa estaba suscrita y las caras largas de varios managers. Pero en su pequeño mundo algo le decía que aquel desconocido le estaba leyendo la mente, que sabía exactamente la razón detrás de que no pudiera orinar. Es más, Ramiro debía conocer con lujo de detalles el contenido erótico de cada uno de los mensajes que su esposa se mandaba con el psicólogo. No, no podía ser que este hombre supiera eso, debía estar hablando de los 3.5 puntos que había caído la bolsa en lo que iba de jornada.

— ¿Qué cosa? — preguntó Horacio.

— Hay veces que siento que voy a perder la vejiga…O la vejiga y los dos riñones. Los dos minutos desde que llego al estacionamiento, bajo del auto y corro hasta acá son la muerte. — dijo Ramiro

Horacio sonrió. Su trámite estaba bastante más demorado que el de Ramiro, que ya había terminado pero seguía con el miembro afuera. Horacio sabía distinguir muy fácilmente aquellos que se dedicaban a manejar inversiones, como Ramiro, y aquellos que, como él, eran empleados netamente administrativos. Quizás fueran los restos de cocaína que Ramiro traía sobre la nariz o un sexto sentido que Horacio había desarrollado durante su estadía en la empresa. Aun así, finge interés.

— ¿Cómo estás llevando la mañana?

— ¿La caída? Lo de siempre. — dijo Ramiro — Pero yo vine pasando la guita de un lado a otro desde la app en la autopista, entre Red Bull y cambio de carril, cambio de carril y Red Bull…como quien no quiere la cosa hago reestructuración de las jubilaciones de las abuelitas de 2030 y, de paso, salvo alguna de las jugarretas que me mande el mes pasado apostando en contra de los eléctricos.

En ese momento Horacio sintió un puñal en la espalda: Ramiro era el encargado de manejar su jubilación. Horacio nunca había prestado atención a la timba, le desagrada. Había aceptado que la empresa manejara sus más de treinta años de aportes jubilatorios. En otras palabras, Horacio le pagaba el sueldo a Ramiro.

Ramiro tenía cierta intriga por saber de Horacio pero no era un ser humano muy paciente por lo que dio por cerrada la conversación y procedió a retirarse del baño.

— No te vas a lavar las manos? — preguntó Horacio.

Ramiro giro a noventa grados directamente hacia el lavatorio y, como si ese hubiera sido su plan desde un principio, siguió la conversación:

— ¿Qué pasa no sale?

Horacio sonrió.

— No…es que estoy con la cabeza en otro lado.

— Te agarraron largo, cayó el tres y te queres matar. — dijo Ramiro

— No, no, no es eso.

— Ya sé, te perdiste la oportunidad, querías salir a comprar y no tenés liquidez.

— No, no tampoco es eso.

— Perdón, no nos conocemos, yo soy Ramiro, trabajo manejando las cuentas de pensiones que van desde el 2025 hasta el 2050, que es cuando se supone que yo me jubilo. Igual, 2050 es muy lejos, obviamente ya voy a estar jubilado para esa época. Tengo un par de apuestas dando vuelta, me rajo ni bien pueda. ¿Y vos?

— Yo no soy tu jefe, pero…¿no tenés miedo que te escuchen hablando así? ¿Y si fuera el jefe de tu jefe?

Ramiro, que para esta altura de la mañana estaba volando en un jet de combate, explotó con una carcajada.

— El jefe de mi jefe no se despega de la computadora. Un poco más y mea por un catéter directo a una botella. En última instancia, nadie que esté por encima de mi jefe se rebajaría a compartir el baño con otra persona. Así que no, no tengo miedo.

Ni bien terminó de decir esto, hizo una pelota con la servilleta de papel mojada y la tiro al canasto. El proyectil no llegó a destino, pero Ramiro no acusó recibo. Salió disparado por la puerta, tal como había entrado. Horacio respiró aliviado, no había podido orinar pero su secreto estaba a salvo.