Aislamiento

June 2020 · 3 minute read

¿Desde cuándo? Desde aquél día en que te alejaste un centímetro de más; desde aquél momento en el que no apretaste con tanta fuerza mi espalda con tus manos, aquella noche en la que me besaste por compromiso; desde que tu tono agudo e irónico se empezó a hacer frecuente en las conversaciones o desde que nuestras pláticas comenzaron a ser monólogos amenazantes e hirientes. Todo lo que ocurre, ocurre desde que dejaste de hablarme en presente y te dedicaste a recordarme del “Antes”.

Mi estimado Dr. Antes…¿Antes cuándo? Pensaba yo. Antes cuando yo era yo y tú eras la tú que solías ser Antes. Nada me queda claro. Aún hoy, que estamos en el “Después del Después”, todo forma parte de una nebulosa que no logro interpretar. Pero no tiene sentido apresurar el relato.

El relato incluye a tus hijos, que solían ser los míos, al menos en el imaginario. Pero ya no, ya no es posible ni intentarlo. Nuestra progenie no es viable. Y la culpa es mía, de quién va a ser si tú escribes esta historia, la culpa es mía.

El relato tiene grabados a fuego todas las dificultades que nuestra especie atravesó para llegar hasta aquí. O quizás, debería decirlo como a ti te gusta, tu especie. Nada de lo que Antes era nuestro se mantiene, ni siquiera nuestra especie.

No importa cuán fuerte te bese, te tome la mano o te estruje contra mí; no importa cuán suave susurre a tu oído los mismos versos de siempre; no importa si paso la palma de mi mano por tu espalda o tus piernas. Tú estás insensible. Incapaz de percibir. Ocupada o distraída o, simplemente, no disponible.

Algunos recuerdos tengo sobre Antes. Antes podía sentir que una estampida me galopaba en el pecho cuando me abrazabas. En cambio, ahora siento un vacío enorme, una distancia infranqueable. Una burbuja invisible que nos separa hoy y para siempre. Esta burbuja tan invisible como física e infranqueable hace que nuestro amor no sólo este separado en el tiempo, sino también en el espacio.

No quiero sonar como que estoy intentando salvar al Titanic que se hunde frente a mí. ¡No señor! Soy el primer responsable de la catástrofe. Soy el maldito imbécil que se desgarra por dentro mientras mantiene la quietud en el rostro. Soy el colérico torbellino de ira que arrasa la tierra por deporte. Soy aquél que nunca está donde corresponde ni en el momento indicado. Soy el que llega tarde, cansado y enojado. Soy el que siempre está ocupado o ausente o, simplemente, no disponible.

Pero me hago cargo de mi parte del aislamiento. Aquí estoy, de este lado de la burbuja, mirándote la nuca mientras corres en dirección opuesta a mí. Ensayando amnesia total de los hechos que ocurrieron Antes, negando todo lo que contribuiste para llegar al Después.

Y hoy te pienso en la distancia y te observo alejarte cada vez más. Y lo que más temo es que cuanto más te ignoro, más te acercas. Te importe o no, todavía eres una parte central del paisaje de mi mente. En este paisaje desértico, interminable, agónico. Tu figura se desdibuja sin desaparecer. Y mi linaje, trunco, es sólo un espejismo inalcanzable.